Por: José Luis Campos Benítez
Profesor universitario de Ciencias Sociales y Humanas. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.
En esta ocasión, a raíz de ver terminado el periodo vacacional de verano, es que me permito hacer al amable lector una sugerencia, misma que consiste en rescatar del baúl de los recuerdos aquélla inolvidable película del género de la comedia musical, filmada allá por el año de 1964 del siglo próximo pasado, me refiero a “Mi bella dama” (My fair lady), estelarizada por Audrey Hepburn y Rex Harrison, de grata memoria, dirigida por George Cukor y musicalizada por Loewe-Lerner junto con André Previn para la Warner Brothers (USA). Seguro estoy que volverá a hacer las delicias de quién incursione, nuevamente, en ese dechado de actuación, escenografía, vestuario y, sobre todo, hermosas canciones, no en balde multipremiada hasta en ocho ocasiones por la Academia. Aquí, a manera de reseña para Ustedes, desde la Educación en Valores, y en un intento de rescatar algo que, con seguridad, se ha hecho en múltiples ocasiones por la crítica especializada, pero que, una vez más, se intenta y, siempre con la mejor intención, de resaltar lo valioso del filme, sobre todo para quién(es) aún falte(n) de disfrutar esta joya del Séptimo Arte.
Inspirada en la obra de teatro “Pigmalión”, del dramaturgo inglés George Bernard Shaw, estrenada en 1956 en Gran Bretaña, narra las peripecias de la joven florista veinteañera Eliza Doolitle en los suburbios londinenses, sin más educación que la escuela de la vida y la necesidad de ganarse ésta de una manera honrada en el día a día de los mercados, donde suele comercializar su producto. No aspira otra cosa que poder trabajar para obtener lo necesario y, si no fuera mucho, encontrar a alguien con quien compartir el fruto de su trabajo para continuar esa sencilla pero hermosa vida.
Así las cosas, y por azares del destino, es que se topa con dos profesores expertos en Fonética, adulto maduro, uno, y, en plenitud, el otro, Profesores Higgins y Pickering, respectivamente, quiénes comentan en voz alta acerca de la posibilidad de incrementar las ventas de Eliza tan sólo si ella pudiera expresarse correctamente en su forma de hablar. Como “El interés tiene pies” es que Eliza indaga el domicilio de los profesores y les manifiesta su deseo de aprender a hablar correctamente el idioma de Shakespeare, lo que se presta para que éstos implementen un interesante experimento de enseñanza/aprendizaje en el menor tiempo posible y bajo las premisas de la educación tradicional, pues, por parte del Profr. Higgins, éste cree a pie juntillas las premisas: –“la letra con sangre entra” y/o “quién bien te quiere te hará sufrir”-; contrasta lo anterior con el método benévolo seguido por el Profr. Pickering, por ser más grande en edad, como también más prudente. El reto entre los profesores no sólo consistía en hacer hablar bien a Eliza en el menor tiempo sino, también, someterla a pruebas específicas que consistían en llevar a la joven a escenarios naturales donde aplicar directamente lo aprendido, esos lugares no eran otra cosa que ambientes frecuentados por la crema y nata de la sociedad e intelectualidad londinenses.
¿Qué si lo logran o no? Mejor, les invito a volver a disfrutar la película. Sólo comento que resulta extenuante para la joven Eliza el estudio pormenorizado, memorístico, repetitivo de tantos ejercicios fonéticos, de pronunciación, así como el acento, entonación y demás aspectos del bien decir. Haré énfasis en el fenómeno que le ocurre a Eliza cuando se percata personalmente de que ha aprendido, que ha adquirido las habilidades esperadas, las destrezas comunicativas por el correcto uso del lenguaje. ¿Cuándo se da cuenta de ello? Cuando su profesor más exigente, y desesperado por no obtener resultados inmediatos, de pronto, irrumpe en júbilo festivo, no sólo felicitando a Eliza, sino sacándola a bailar una jota sevillana. Esto último funcionó a manera de estímulo para la aprendiz quién no sólo se percató por ella misma que ya había logrado los objetivos que los profesores esperaban de ella sino, también, que podía efectuar algo que ni se había imaginado: poder bailar, poder seguir los pasos del profesor Higgins, quién nunca se propuso enseñarle a bailar, sino que lo hace espontáneamente, por el gusto de que fue presa, al emocionarse por los logros de la alumna.
Eliza, quién comparte esa alegría por el aprendizaje, para sus adentros, se congratula de poder hablar bien, pero, también, de ese plus que representaba el poder bailar, tanto así, que interpreta el número musical “Podía haber bailado toda la noche” (I could have danced all night) con singular alegría y agradecimiento por lo logrado, por lo que comunica a la ama de llaves que no se cansaría de bailar y cantar toda la noche. Igual pasa con quién recién ha adquirido una habilidad, una competencia, y no quiere dejar de practicarla, cuando se ha percatado que, lo que ahora posee en términos de destreza y habilidad, es algo nuevo y fascinante en su vida. Por ejemplo, quién recién aprendió a tocar la guitarra, pues ya desea ir de serenata o amenizar la siguiente reunión; quién recién aprendió a operar –intervenir quirúrgicamente al cuerpo humano- pues no le importa desvelarse toda la noche, claro, si se está en periodo de adiestramiento, con tal de ser testigo por él mismo de lo aprendido, y así.
Cabe hacer notar que Eliza aprende porque quiere aprender, se somete a un riguroso tren de aprendizaje, de disciplina, de premios y castigos, de ejercicios que la fuerzan a repetir una y mil veces la pronunciación de las palabras, cosa que finalmente logra. Pero, de lo que más se alegra, es de que, sin proponérselo, también aprendió a bailar, por ese instante de emoción no contenida por parte de su profesor. Ahora bien, ¿realmente aprendió a bailar? La respuesta es no. Entonces ¿qué fue lo que ocurrió en esa escena? Pues que el profesor Higgins era el que sabía bailar y, sin darse cuenta, le contagió ese entusiasmo a la alumna y, con ello, le entusiasmó por una habilidad que ella ni siquiera sospechaba que tenía. Es decir, que si Eliza logró enlazar varios pasos de baile fue porque el profesor así supo llevarla, conducirla, motivarla a sacar sus mejores pasos, en el entendido que en el baile de pareja –ni modo- siempre manda el hombre, marca los pasos e indica las evoluciones haciendo lucir esplendorosa a la mujer; y, si esta se equivoca, es el hombre quién se ha equivocado primero, así que ni para discutir y menos reclamar a la susodicha, pues no sería justo. En la peli, la escena del baile sale de lo mejor y eso es lo que emociona a la joven, sobre todo lo anteriormente aprendido, con lo que se pone de manifiesto que para aprender cualquier actividad son necesarias la motivación, la pasión y el deseo genuino de superarse a sí mismo. Y, cuando esto se logra, pues pasa como con Eliza, al concluir que se “Podría haber bailado toda la noche”.
Lo que sigue para Eliza tiene que ver con la comprobación de lo aprendido en ambientes con mayor grado de dificultad, donde no basta hablar bien sino mostrar cultura, educación, urbanidad y buenos modales ¿Los tendrá Eliza, si siempre vivió en los suburbios londinenses? Por eso, dice el dicho y dice bien, que “El hábito no hace al monje”; y, si a eso se agrega el distractor que representa la presencia de un joven galán, no mal parecido, buen prospecto y enamorado de Eliza, pues todo parece que no será tan fácil superar las pruebas del aprendizaje y de la vida, o, a lo mejor, no llega a superarlas, pero una cosa sí es segura, “lo que bien se aprende, jamás se olvida” y, dos de los objetivos personales de la chica parecen haberse cumplido, su superación personal al demostrarse a sí misma que lo que se propuso, con esfuerzo persistente y noble, se ve coronado por el éxito, y la bendición que representa el tener a alguien que a uno le quiera, le prefiera y no le cambie, para compartir y continuar la hermosa vida. Les invito a acompañar a Eliza en sus peripecias y disfrutar, una vez más, de “Mi bella dama”; o verla por primera vez, junto a las nuevas generaciones, para despedir este periodo vacacional.
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Maria. (viernes, 08 septiembre 2023 19:55)
Felicitaciones . Buena radiografía de esta comedia musical que resalta las clases sociales y quien cree que la elegancia fonética es la clave para ser aceptados en la alta sociedad.
Adriana (sábado, 09 septiembre 2023 16:52)
Mil gracias al escritor. Pensaría que con la designación de su título: ”De el gusto por aprender” nos invita a reflexionar más allá; concluyendo : Que es mejor?. Si la vida de simplicidad y sencillez sea más atractiva transitarla como lo hace la protagonista de esta comedia musical o sus nuevos logros fonéticos y modales sean mejor. Tendríamos que hacer otra segunda parte de este estreno Musical y mirar si ese estilo de vida nuevo es la felicidad y es el verdadero equilibrio de la existencia.
José V. (martes, 12 septiembre 2023 15:15)
En su escrito se juegan varios papeles como iniciativa, motivación, confianza, progreso de todo un mundo de valores que estaban por salir al mundo exterior, ejemplo para el ser humano cuando hay voluntad y se aprovecha.
Gracias.
J. STEPHENS (martes, 12 septiembre 2023 15:19)
Felicitaciones, qué gran estilo el del autor, vienen nuevos artículos?
Helena Vargas (miércoles, 13 septiembre 2023 00:31)
Felicidades, nuestra admiración al escritor por hacer de una comedia musical inspiración perfecta para el alma, recreando de tal manera los personajes y sus acontecimientos que por un momento estábamos ahí con Eliza y sus profesores y nos sensibilizamos con tan magnifica claridad de los temas expuestos alcanzando a aprender que lo valioso del ser humano no está en lo externo, sino en su alma y su espíritu anhelante de lograr sueños.
Elogio el conocimiento, manejo de la sintaxis y exquisito estilo, todo un regalo para entender que la inteligencia humana se permite la necesidad del otro y el dejarse modelar con esfuerzo propio.
Qué gusto leer al escritor, alcanza el eco no sólo a los que aprecian la comedia musical, inspira a los que disponen su alma.
Desde Colombia, llegue a México nuestra gratitud y cariño.