El pecado de las PYMES: Ignorancia Irracional

Por: Marta Cadavid

 

El crimen organizado no da tregua y son abrumadoras las estadísticas del crecimiento de sus víctimas y pérdidas a lo largo y ancho de nuestra economía. De ahí que la lucha contra los delitos económicos debe ser abierta, enérgica y sobre todo contunde. El fraude, abuso, lavado de dinero, financiamiento al terrorismo y la trata de personas nos respiran todos los días más cerca tanto a nivel personal como empresarial. Sin embargo, son las pequeñas y medianas empresas las que hoy por hoy se han convertido en la principal fuente de ingresos para los perpetradores que sin escrúpulos y con artimañas rebuscadas nos atacan a diario. 

 

El sistema financiero ha solidificado sus controles a través del tiempo invirtiendo millones de dólares en herramientas, software y profesionales para combatir los delitos económicos. Tanto las regulaciones globales como las locales descargan todo el peso de la justicia con sanciones para castigar cualquier comportamiento que no esté alineado en la lucha contra los delitos económicos. Pero, aunque parezca medidas temerarias, estas son de alguna manera la forma se concienciar a las empresas sobre un enemigo verdaderamente poderoso como lo es un crimen contra el patrimonio. Así mismo, el riesgo a la mala reputación es uno de los riesgos que más desvelan a miembros de juntas directivas y representantes de una organización. De ahí, cualquier actividad adicional en pro del mejoramiento de los controles nunca sobra. 

 

Sin embargo, sigue faltando una pieza en el rompecabezas global de lucha contra los delitos económicos. Aunque en la mayoría de los países, las pequeñas y medianas empresas (PYMES) se consideran el motor de la economía y la mayor fuente de empleo, éstas carecen de cierta manera de escepticismo y conciencia sobre el fraude, abuso, lavado de dinero, financiamiento al terrorismo y trata de personas. Muchos de los propietarios y administradores de las PYMES consideran que los crímenes contra el patrimonio solo ocurren en grandes corporaciones y que sus empresas en ningún caso están en riesgo o se verán afectadas. Igualmente, la prevención, detección o investigación de una actividad ilegal en sus organizaciones no se considera importante y es común no incluir en el presupuesto partidas económicas para apoyar estos procesos.  

 

Con este panorama, la industria criminal no requiere de mayores esfuerzos para engrosar sus ganancias ilegitimas a través de la ignorancia irracional empresarial. La carencia de controles afectivos y planes o programas para prevenir y detectar los delitos económicos son denominadores comunes que una perpetrador detecta fácilmente para lograr sus objetivos. Sin embargo, el mejor estímulo de un criminal corporativo es la falta de credibilidad que un empresario puede demostrar en su diario vivir en cuanto a la criminalidad. 

 

Hago un llamado a los propietarios y representantes a través de la responsabilidad empresarial para que vayan más allá de la normativa y se apropien de controles modernos y efectivos para sus organizaciones y adopten una actitud férrea sobre cero actitudes y actividades que puedan generar cualquier tipo riesgo, especialmente aquellos relacionados con los delitos contra el patrimonio económico. 

 

Cerrar el cerco o la brecha de los criminales es una tarea titánica que sólo se logra con actitud y responsabilidad evitando a toda costa la ignorancia irracional.  

 

 

Por: Marta Cadavid

Contadora Pública - Especialista en Gerencia Financiera - Master en Economía Financiera

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